Fijarse los Conceptos o Memotecnia: febrero 2010

jueves, febrero 25

No me agites




Regreso a calle Larios, la del Marqués de la azucarera, de la ginebra.


Recibo una noticia mala, me quedo unos pasos antes de llegar a la plaza y miro hacia abajo.

Lo siento J.M., no te voy a poder acompañar a la inauguración de la exposición. Ese museo está al lado de mi antigua casa, y justo enfrente solíamos desayunar alguna que otra mañana que ni tú ni yo nos teníamos mucho que contar.

Cuéntame tus días en el desierto artificial construido en medio de la nada, yo te cuento mis peripecias por el mundo reducido de mi mentalidad costera y espontánea. Nada en común, nada.

A ti te gustan los climas cálidos, como bien me recordabas cada vez que te preguntaba

¨ ¿pero porque no te metes? el agua está deliciosa¨

y así pasaban los domingos en esa costa de caletas que acogían nuestros monólogos paralelos que, rara vez, a lo mejor se convertían en una conversación.

No, nada. Simplemente intento hacer un breve repaso de lo que viví contigo. Había tardes que te venías y me veías con un dry martini en la mano; recuerdo el día que me dijiste:

¨niña, deja de tomar ya ese cóctel en vasos de agua, yo te traigo una copa de coctel de verdad¨.

Muy bien, y yo pensé que me ibas a regañar por tomar un combinado a mediodía, pero obviamente la sugerencia fue para mi juego de copas inexistente.

Teniendo ya –gracias a ti- una copa de cóctel decente, empecé a tomar mi martini con algo más de actitud, e incluso me aficioné a decir que lo tomaba removido y no agitado. La ginebra no se agita, se le evapora antes el alcohol, te llega su fragancia de golpe y luego pierde fuerza y sabe a aguardiente mal destilado. Recuérdame un día hablarte de la parte de los ángeles[1], es curioso.

Perdóname la metáfora, la alusión o, a lo mejor, la comparación. Sabes que suelo relacionar los términos y las palabras con sabores y estados emocionales y hoy, enterándome de todo, me acuerdo del vocablo ¨agitar¨.

Así me encuentro hoy, más que removida, agitada. Intento no desvariar y sentirme valiente para poder seguir sabiendo de ti. Cosas que no se cuentan en su momento se toman así, como si fuesen un trago largo, bien hecho y, simplemente removido.


Me quedo con tu copa y con mi copla, stirred but not shaken.


Buenas noches.


[1] Una parte importante, muy importante siempre se pierde, se evapora. Esta se denomina la parte de los ángeles. Porque es volátil, o simplemente pesa poco a pesar de su relevancia. Así que, se eleva, se eleva tanto que se pierde de tu vista pero sí, te deja un recuerdo en boca, en nariz, en mente.

A este proceso se le llama la parte de los ángeles, pues es el momento en el que el vino toma su madurez y se termina de definir, toma pues el sabor y toque especial de los taninos de la barrica que lo contiene y pierde el exceso de alcohol que este pueda tener.

miércoles, febrero 24

Entremeses y Entrevistas


Me quedo hoy sin circunstancias e impulsos francos para escribir, me quedo mirando a la gente que parece que anda colgada de sus paraguas. Me he tenido que meter en un bar para pedir auxilio y un café, serán ya las nueve y media pasadas de esta misma mañana.
Un gran descubrimiento esta pequeña bodega perdida por los callejones de esta ciudad que aparte de servir vinos tintos, básicos y de la casa, te pone el café tan caliente, así tienes la excusa de quedarte un rato más, si tan valioso no eres
de pedirte un poco de leche fría.





Acostumbrada estoy a mojar mi sueño, mis nervios y mis dudas, como si fuesen bollos caseros, en una buena taza de café, en un bar cualquiera, minutos antes de una próxima entrevista.

¿Entrevista de qué? Pues, mira, yo tampoco sabría dibujártelo con muchos detalles, pero, en fin, una entrevista de trabajo convencional, pero que tiene su ritual, su algo y su motivo.
Entre los demás clientes matutinos se suma uno más, un señor mayor, que sin él ese bar no podría ser un bar cualquiera perdido por esta ciudad. Se ve que es su hora habitual y que su llegada es mucho menos aleatoria que la mía.

- Buenos días
- Serán para ti.

A pesar de las buenas maneras, el señor se sienta y al minuto y sin matizar ya tiene una copa de vino tinto delante, ya se ha encendido su ducado y ya está mirando la tele incitando a que se continúe la conversación imprevista, la de todos los días.


- ¡Tú! Tú con tus vicios, tu cigarrito, tu vinito…ahora te traigo el montadito de lomo. Pero ya sabes, majo, yo también tengo un vicio, el de cobrar.

- Que sí, pesao. Apúntamelo que no traigo dinero, ¿no ves que Zapatero está ahora con la crisis en Grecia?... a ver si soluciona antes lo de nuestro bolsillo, hombre…


Mientras tanto, al protagonista de esta escena diaria se le sirve su pincho de lomo y ya se hace silencio. Me quedo mirando mi taza de café ya vacía, tengo el estomago revuelto, me pregunto cómo me sentaría a estas horas de la mañana un tinto y un montadito, pero enseguida me quito esa idea de mi cabeza y pago el café al que tiene el vicio de cobrar a la clientela.

Me dirijo hacía la salida, y oigo:


- Suerte, señorita, y no se preocupe que para ti sí que va a ser un buen día…

Lo dudo, pero sonrío y casi se me escapa un ¨gracias¨ muy agradecido. Me dirijo hacía el lugar de la entrevista, me entran ganas de salir corriendo aunque no he llegado todavía.



- Háblame de ti, cuando estés lista.

Pues yo… yo mire, yo quiero vivir mi vida, yo quiero vivir una rutina, quiero levantarme por las mañanas y desayunar mi café y mojarme una magdalena y tomarla con tranquilidad mientras me estoy preparando para ir a trabajar. Quiero salir de mi casa todos los días y saber adónde voy a llegar. Quiero dejar de ser una espontánea en los bares por las mañanas porque siempre llego antes a los sitios, por si me pierdo. Quiero dejar de perderme por los callejones de esta ciudad, y cuando sea mayor, muy mayor, tener las ganas de tomarme un vinito tinto, un aperitivo con gente que me conoce de siempre.

Hablo inglés, francés, me gusta Grecia pero por lo pronto me quedo en España, me gusta cocinar y también tengo conocimientos de Windows, Office, no sé hacer pasteles pero me gusta mirar los escaparates de las reposterías.

Los montaditos, bueno, es un concepto que al principio me llamó la atención. En Málaga se llaman pitufos, pero bueno él de lomo tiene su gracia, especialmente si se acompaña por una loncha de queso o algo de pimiento. ¿Disponibilidad para viajar? Sí, sí, claro que tengo. Tengo unos cuantos viajes pendientes, quiero ir a Lisboa, quiero ir a Capri y a Cuenca. Lo que daría yo por tomarme un resoli en ese mismo bar, donde empecé a entenderte mejor.

¿Cuánto me gustaría ganar?
(Vaya pregunta…) Pues mire, quiero ganar lo suficiente para dormir tranquila, quiero ganar lo suficiente para mantenerme donde estoy, quiero ganar lo que Ud. vea oportuno. Sí, vivo sola, pero me gusta soñar acompañada. Sí, eso es caro, pero bueno, de los pocos caprichos que ahora mismo me puedo permitir.

¿Qué es oportuno para mí?
…mm déjeme pensar.
Bien, oportuno es conseguir lo que uno tanto desea, oportuno es poder vivir cumpliendo sueños propios y alguno que otro de los demás, oportuno es saber estar, hablar, comer, beber y oportuno es dejar de sonreír cuando ya se apagan las luces, los focos y los fogones y es hora de dormir. Sí, sí ya lo sé, en cuanto a este puesto de trabajo pues me encantaría trabajar para su empresa, encajo perfectamente y además tengo disponibilidad de incorporación inmediata.


A ver, a ver si es verdad. A ver si dentro de unos días vuelvo aquí, sin necesidad de hacer tiempo en la bodeguita de al lado, a ver si el próximo café lo tomo en mi casa tranquila, antes de salir a trabajar.

A ver si alguna que otra tarde salgo para tomar un descanso, junto con un vino tinto y un buen montadito de lomo.


Encantada, gracias por su tiempo y adjunto le remito mi currículum, por si es de interés.


lunes, febrero 22

Just Another Love story o La Ensalada Danesa.



Just Anothe
r Love story o La Ensalada Danesa
Recetas nada convencionales


A Sergio R.E.

De esas personas nuevas que se te cruzan por el camino así de repente, pero de una manera tan habitual y sensata, surgen cenas imprevistas, hechas con ganas, ilusión, cariño. Surgen recetas y sentimientos, se ensamblan los ingredientes, los orígenes y los destinos de cada. Esas recetas que piensas guardar y repetir, que antes de que uno te diga ¨buenas noches¨, estás apuntando los ingredientes y a veces se te quita el cansancio y las ganas de dormir.

Hablando de sueño, una noche de esas frías madrileñas que llegas a tu cama no con sueño, sino con ganas de desconectar del mundo no dormido, hice un buen intento de acercarme a la cultura contemporánea danesa y ver una historia más de amor[1]. La historia empezó mal, continuaba de una manera demasiado del norte, durante unas escenas me di por aludida. Me empezaron a pesar demasiado las escenas sucesivas de tantas casualidades irónicas y entonces me entró sueño, de verdad.

El norte escandinavo es algo que había prometido no volver a mencionar.

El día siguiente empezó tomando de pie en tu cocina un buen café y una rebanada de pan con aceite, así vuelvo yo rápido a la realidad mediterránea; la que te manda salir de casa para buscar tu próximo destino, la que te lleva a algún bar para tomar el segundo café del día, mientras estás esperando para la próxima entrevista. La parte productiva de la mañana se acaba y al mediodía vuelves a casa no tan cansado pero con ganas de estarlo, y así disfrutar tu pequeño descanso de ¨no tengo tiempo ni para echarme una siesta¨.

Acelerada y sin el más mínimo indicio de cansancio físico, intento recordar la media película de anoche, pero solamente se me viene a la cabeza el sonido desarticulado de palabras sueltas en danés[2] mezclado con el intenso sabor a aceite de oliva y café de mi desayuno de esta mañana. Esta noche viene un invitado para cenar, es amigo de mi amigo[3] que hace magia de la verdadera. El invitado es una persona muy viajera, viene o más bien sucede de varios puntos geográficos, recorre todo el mundo, se dedica a no parar de viajar; será porque sus raíces se extienden desde el sur de las Américas hasta el norte más norte de Europa del norte.

La figura del invitado es sagrada, es como el cliente, que siempre lleva la razón o más que eso. El invitado a tu casa es el que lleva y trae la razón, y un motivo más para preparar una cena y un plato extra para él, experimentar y sugerir, darte a conocer y recibir su opinión sagrada. Hoy había que preparar una cena para un invitado especial, desconocido pero con buenas referencias.

Sin tener mucho tiempo (aunque no me haya echado la siesta), empiezo a buscar en la nevera, en los armarios de la cocina y conforme voy encontrando los ingredientes, visualizo la mesa de esta noche y entre otras cosas, está clarísimo, me veo haciendo una ensalada.

Todo empieza porque hayas encontrado una bolsa intacta de rúcula y, hazme caso, esas hortalizas siempre pueden formar la base de una ensalada corpulenta, suculenta y versátil. Siguiendo mi paseo por tu despensa encuentro más cositas, y ya todo lo que localizo es una pieza más de mi nueva ensalada, la que todavía no tiene nombre ni origen.


A continuación, los ingredientes encontrados y bien aprovechados


Una bolsa de rúcula

Una manzana verde

Media cebolla

Una granada,

comprada en el Mercado de San Miguel después de haber tomado champán con fresas.

Pepinillos en vinagre,

de esos grandes y dulces, los que pegarían tanto con esa tortilla improvisada para desayunar, o con una hamburguesa casera.

Queso mozzarella.

Lonchas de jamón de bellota,

cortado por ti y catado por Vicente.

Una tarina de yogur griego, una cucharada de mayonesa, miel griega, vinagre de manzana, aceite de oliva, pimienta y clavo. (estos últimos para la salsa dressing de la ensalada)



Al acto

Se prepara la salsa, mezclándolo todo bien. Se prepara la rúcula en un cuenco grandote. Se parten los pepinillos en rodajas finas, casi transparentes, se pica la cebolla y se aliña con la salsa.

Se parte la manzana sin pelarla en rodajas y se parte la mozzarella al igual. Cada rodaja de mozzarella encuentra su rodaja de manzana, se van juntas al horno durante unos minutos hasta que el queso empiece a fundirse encima de la manzana.

Segundos antes de llevar la ensalada a la mesa, asienta las manzanas y el queso a lo alto y entre ellas coloca las lonchas del jamón.

Espolvorea, si así se dice, los granos de granada por encima y llévala rápido adonde tus invitados, que se tiene que saborear notando el contraste entre el fresco de la rúcula y el templado de las manzanas.

La noche sigue, la noche sigue con amenidad y tan a gusto con todos aquellos que están allí conmigo, ya llevamos un vino blanco excelente del sur de África, el white Stell[4] y vamos completando la cena con un champán delicioso que el invitado nos ha traído. Seguimos hablando y riéndonos.

Me acuerdo de la película danesa de anoche y pienso -casualidades de las pocas- que esta noche con más naturalidad que ayer me estoy acercando de verdad a la cultura contemporánea escandinava.

Se deja caer el tema del cine danés, el invitado nos explica alguna que otra cosa que nosotros ignorábamos, el invitado es un ensamblaje perfecto de dos culturas opuestas, como la distancia que se recorre entre un vino blanco de África afrutado y un champán de Francia de burbuja fina que parla fino y delicado.

La noche se acaba con risas, con acentos ya familiares y promesas a volver a vernos para degustar un buen fondue de algo que se pueda fundir y degustarse mientras se habla de culturas, amor, cine y granadas, las que se pueden comprar en cualquier mercado, en cualquier rincón del mundo recorrido.

Mañana tengo otra cena y pienso preparar la misma ensalada.

Por cierto, ya tiene nombre, origen y sentido.

Se llama la Ensalada Danesa.




[1] Just another love story, Ole Bornedal; 24 August 2007 (Denmark). Drama.

[2] El que me acompaña en las sesiones nocturnas de cine, opta siempre por la V.O.

[3] Hace ya meses, en Madrid, conocí a una persona de origen andaluz, que es capaz de convertir el pasillo de una casa en un escenario, capaz de darte un consejo único y hacerte sentir protagonista en una obra de hadas exclusiva





jueves, febrero 11

Tu hummus, Valentín.




Español: hummus/humus; árabe: حمٌص; hebreo: חומוס; griego, Χούμους

Fina textura hecha de un fruto seco, muy seco y molido. Y hummus en árabe tan sólo significa garbanzo.

Hummus hmm… déjame pensar, suena a humano, a humita y a tierra vegetal y húmido.


Las legumbres me enamoran y me atraen, cada vez que necesito comer algo tan casero. Las lentejas y la sopa de alubias cuando hace frío, cuando hay que compartir comida.
¡Que para una persona las lentejas no se hacen, o bien! Me pongo a contarlas y decir esto va a ser para mí, y me como el plato a cucharadas lentas y contadas, pensando en ti.

Me falta por contarte las propiedades de ese alimento; prosperidad, fortaleza, templanza y abundancia.
Así que, no por casualidad, decidimos preparar un cuenco de ese hummus para la Nochevieja.

Hoy abarcamos todo Oriente Medio. Se toma en Líbano, Turquía, Siria y en Egipto y, bueno, que decir de Grecia, de la manera tan natural que a diario nuestras madres recurren a los garbanzos; al horno con romero y arroz,
el guiso de garbanzos con salsa de tomate,
los ρεβυθοκεφτέδες (albondigas de garbanzos, falafel)
y a la famosa φάβα.

Me extraña y me confunde la variedad, me entra hambre, pero a la vez desánimo, por no poder saborearlo todo eso a menudo y, sobre todo compartirlo en una mesa grande, o pequeña.

De lejos te mando la receta, y la nombro a mi gusto y según las circunstancias.

El hummus de San Valentin

Garbanzos cocidos
si los compras hechos no hace falta quitarles el pellejo.

Media cebolla
de la roja, tú sabes.

1 diente de ajo

Media taza de leche
como yo no uso tahina, la leche le da esa textura algo más cremosa.

Cominos
una cucharada sopera y generosa.

Sal
una chispita

Zumo de medio limón
utiliza tu nueva exprimidora

Aceite de oliva

Batir hasta conseguir una pasta de textura cremosa, de color de hojaldre medio dorado, de aroma algo exótico pero próximo y de sabor a casa.

Notas
Por los ojos entra el hambre y por la mirada se nos va.
Decora el plato del hummus con nueces peladas y partidas por la mitad, con sésamo picante (ajonjolí) o con piñones pasados por la sartén.
Enfríalo media hora, echa por encima un poquito de aceite de oliva y llévalo a la mesa acompañado con pan de pita o con las regañas andaluzas.
Decora la mesa con un ramo de rosas, rosas tintas como el vino que debe de haber.
No hace ni falta comentarte, que por el acontecimiento yo acompañaría esa crema de garbanzos con un tinto del Ribera, buscando el equilibrio entre el almidón de la legumbre y los taninos de la Tempranillo de Arzuaga[1].


Entre tú y yo, no estamos para regalarnos flores, pero hazme un hueco en tu recetario diario y disfruta de una cena más, con rosas, vino y garbanzos.